martes, 28 de julio de 2009

UNA PEQUEÑA HISTORIA ( A PROPOSITO DE LA EDUCACION ARTISTICA)

UNA PEQUEÑA HISTORIA

A propósito de la Educación Artística desde la academia




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En mi infancia a los 4 o 5 años, aprendí a tocar maracas en la veraneadas de Buesaco. Luchito Rivas que dirigía el trío Los Cóndores del Sur era enamorado de una de las amigas de mi hermana y llevaba el trío a amenizar los momentos de la temperada para agradar a su amada. Pero siempre se le emborrachaba el maraquero. Luchito descubrió que yo tenía disposición y me enseño lo esencial. Después fui su maraquero de planta en las temperadas.

Yo recibí toda la influencia de mi mamá que cantaba hermoso y a cada rato. Tango, cuplés, rancheras mejicanas, boleros de Libertad la Marque María Luisa Landín, Alfonso Ortiz Tirado (sin saber que existías te deseaba…y antes de conocerte te adivine). Cada que podía y que había plata en la casa, mi mama armaba grandes fiestas, con el Jazz Continental que era el conjunto del “Ciego Efraín”. O con el conjunto del “Pacho” y ahí yo siempre terminaba tocando las maracas la guacharaca o lo que fuera. Y era adolescente casi un niño.


Luego en bachillerato, en el Liceo de la Universidad, el “Pollo” que era mi mejor amigo a los 10 años y a quien yo admiraba mucho, presumía de saber tocar guitarra y cantar ya que toda su familia lo hacia muy bien. Yo sabía tocar muy bien las maracas y sufría mucho con la presunciones del pollo (era muy creído). Un día logré convencer a mi hermana de que me comprara una guitarra con el primer sueldo que se ganara de secretaria. Ella cumplió. A los 11 años tuve mi guitarra. Con mis ahorros, conseguidos en mi trabajo como oficial en el taller de mi papá, me compre un método de guitarra en el almacén “La Guinda”. De ahí en adelante no hice más que aprender solito encerrado en mi cuarto. En la practica me olvide de todo, hasta que aprendí a tocar y cantar y llegué un día y me le presente al “Pollo”, quien quedó asustado de ver como tocaba la guitarra. Lo hacía mejor que él. A cantar si no lo igualé siquiera. El fue un gran cantante siempre porque se dedicó más a este oficio. Pero en la guitarra lo superé ampliamente. Desde ahí me respetó mas, dejó de ser tan creído y me quiso de verdad.



Mi educación artística académica de adolescente, me la impartió el profesor “Cabuyo” Martínez, que se burlaba de mí haciéndome creer que yo era marica y que aplastó de manera violenta mis delicados dedos contra el piano de cola del Liceo de la Universidad de Nariño en la clase de música y que nunca me permitió estar en el coro del Liceo. Este profesor nos enseñaba solfeo y nunca supo nada de la verdadera música. Era una muy mala persona. Todo lo contrario al “Pilche” Burbano profesor de música del colegio Ciudad de Pasto, a quien todos amamos.

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